Nota de intención
‘La Visita y Un Jardín secreto’ nace del regreso a mi ciudad y de una visita pendiente; de mi encuentro con Isabel Santaló y del miedo. Quizás por eso la película me ha exigido un largo tiempo hasta poder concluirla: el tiempo que requiere vivir y sobre todo entender lo que se ha vivido.
Sin esconder las huellas de su rodaje –ni de mi propio proceso–, el film reflexiona sobre la memoria y el olvido, sobre el arte y el proceso creativo, sobre qué significa ser artista y mujer. Se trata, en último término, de una película sobre la distancia y la mirada.
Pero no he tratado de hacer una película intelectual, sino una obra hecha con el corazón y con las tripas. A lo largo de su extenso camino, descubrí su carácter iniciático, como de revulsivo catártico. Ello se debe no sólo a mi experiencia personal o al hecho de ser yo la realizadora; sino que los temas y emociones que este film aborda resuenan con las vivencias, dudas e inquietudes de muy diversas personas y potenciales espectadores: muchos buscamos la luz a través de las sombras.
Por eso para mí era muy importante que la película no abrazara una estética cautivadora. Más bien todo lo contrario: había que hablar y mirar desde una cierta sobriedad, sin artificios, evitando que la fuerza de la película residiera en valores fotográficos y/o sonoros deslumbrantes o distractores; lo importante era buscar la ‘compleja sencillez’, llegar al corazón mismo de las cosas. Y me pareció intuir que el uso de un lenguaje austero, despojado –minimalista incluso– era además la manera más justa de retratar a Isabel: la forma tenía que adecuarse a ella, a su personalidad, y quizás también al posible carácter de sus cuadros.
Salvando todas las debidas distancias, ‘La Visita y Un Jardín secreto’ pudiera leerse como una suerte de lado B de ‘El sol del membrillo’ , de Víctor Erice. Pero en nuestro caso no observamos a un célebre pintor, Antonio López, trabajando; tampoco contemplamos obras maestras. Sin embargo, escuchamos la voz de Antonio para tratar de enfocar la figura difusa de su colega olvidada. En este sentido, no es casual mi decisión de dotar de imagen a una mujer anónima, dejando precisamente fuera de cuadro a quien ya goza de notoriedad para el gran público.
Creo que ‘La Visita y Un Jardín secreto’ condensa buena parte de filosofía como directora, la que se percibe en mis primeros cortometrajes: una firme confianza en la elocuencia de lo aparentemente nimio y pequeño –y las revelaciones que nos puede brindar el filmarlo; el trabajo a partir de espacios concretos, para concentrarnos en lo humano y la fragilidad que nos atraviesa; y finalmente, la búsqueda exhaustiva de la forma justa y específica para cada uno de mis proyectos.
En definitiva, ‘La Visita y Un Jardín secreto’ es una invitación a volver a mirar allí donde apenas nos detenemos. Tras la puerta de un viejo piso en Madrid, se escondía una película; y con ella, un jardín secreto.
Irene M. Borrego